¿Se imaginan ustedes a un pionero de la robótica, un doctor en economía, un sicólogo, y otros destacados profesores de la Universidad de Stanford diciéndole a un grupo de estudiantes de doctorado que respiren profundo, mientras se concentran en cada parte de su cuerpo?, ¿o que sustituyan en su cotidianidad la palabra ‘tener que’ por ‘querer’?, ¿o que pasen del pensar al hacer?
Pues eso ocurre en el Instituto de Diseño Hasso Plattner, de la Universidad de Stanford, más conocido como d.school. Se trata de cursos interdisciplinarios libres para los estudiantes que están terminando sus doctorados o maestrías. En ellos persiguen diferentes objetivos, como entender que el conocimiento debe servir para solucionar los problemas de las personas; desarrollar formas creativas de pensamiento para hacerle frente a las dificultades que aquejan a una comunidad, y aprender las ventajas del trabajo en grupos que se enriquecen con puntos de vista de diferentes áreas del conocimiento.
Para poner en práctica esas metodologías, a los estudiantes los retan con frecuencia a solucionar problemas concretos de economías pobres. Uno de los ejemplos, ocurrió en Nepal, país que tenía una alta mortalidad de bebés prematuros. La información inicial que tuvieron los estudiantes era la limitación en el número de incubadoras disponibles en el país, la escasez de recursos para adquirir más por su elevado costo (20.000 dólares) y los problemas de mantenimiento por la carencia de mano de obra calificada; además, el irregular servicio de energía eléctrica interrumpía el funcionamiento y dañaba los equipos. En consonancia con ese diagnóstico, propusieron inicialmente diseñar incubadoras más baratas y fabricar baterías de apoyo.
Los estudiantes hablaron con personas de los grupos afectados y terminaron reformulando el problema: las mujeres con bebés prematuros vivían generalmente lejos de las ciudades donde estaban las incubadoras y tenían problemas de transporte y costos de desplazamiento.
La solución fue el diseño de un saco de dormir (sleeping) en miniatura, en un material que se calienta en agua y permite mantener la temperatura del bebé en condiciones adecuadas; además, su costo era menos del 1 por ciento del de una incubadora.
Los resultados fueron notables: reducción de la tasa de mortalidad de los bebés prematuros y la creación de una empresa del grupo de estudiantes, que ayuda con su invento a miles de bebés de economías en desarrollo.
Las metodologías y experiencias que han desarrollado en d.school las presenta uno de los fundadores y pionero de la robótica, el profesor Bernard Roth, en su libro El hábito del logro. Con una alta probabilidad, guiados por el título, muchos académicos del país no lo leerían. Pero debería ser un libro de cabecera de rectores, decanos y directores de centros de investigación universitarios, así como de estudiantes y empresarios.
Desconozco si alguna universidad de Colombia está tratando de emular d.school, pero en Estados Unidos las universidades de élite sí lo hacen. En el país, suelen ofrecer un semestre terminal en países desarrollados; podrían, como complemento imprescindible, fomentar la creatividad y el trabajo interdisciplinario entre los estudiantes más calificados, orientándolos a solucionar algunos de los miles de problemas que afectan a las comunidades pobres. Así, además de apoyar a mucha gente, tendríamos profesionales más creativos, comprometidos y emprendedores.”1
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1. AVENDAÑO CRUZ, Hernán. 18 de julio de 2018. “Profesionales comprometidos”. Portafolio. http://www.portafolio.co/opinion/hernan-avendano-cruz/profesionales-comprometidos-519210